«Más allá del hecho puntual, no se debe excluir que pueda existir una crisis de confianza más o menos importante entre los consumidores de carne, en primer término, norteamericanos y, en segundo lugar, a nivel global».
Sería bueno entonces saber qué ha ocurrido respecto de la presentación oficial que hizo el Ministerio de Agricultura a la Comisión Europea, a través del SAG, en enero de 2010 para obtener el reconocimiento de un protocolo de certificación ad hoc para que la oferta nacional pudiese acceder a este contingente arancelario. De haberse progresado en la materia, hoy se abrirían oportunidades extraordinarias para el reimpulso de las alicaídas exportaciones nacionales. Lamentablemente, todo parece indicar que no se ha avanzado mayormente en ello, por lo que, lo más probable, es que tendremos que conformarnos viendo desde lejos como otros, tales como Uruguay o Argentina, que iniciaron las gestiones al mismo tiempo que Chile, acceden a parte de esta interesante cuota.
De todos modos, aun cuando no accedamos a ese contingente, una gestión comunicacional y comercial que destaque nuestra condición de libres de aftosa y de riego insignificante de EEB, más una eventual alza de precios internacionales junto a la apertura 2012 de la cuota UE, más el acceso al mercado norteamericano y otros, podría significar un empuje para que las exportaciones puedan retomar un ritmo de crecimiento estancado desde hace ya varios meses. Para que ello ocurra, no podemos dejar de hacer mención a la necesidad de que el Servicio Agrícola y Ganadero redoble sus acciones de vigilancia, prevención e inspección ante la situación, monitoreando los posibles escenarios sanitarios y los riesgos que se presentan para Chile. No olvidemos que nuestro país importa una cantidad no despreciable de carnes y subproductos de origen animal norteamericano y que, en la crisis de EEB en Canadá, nos vimos involucrados al punto de perder nuestro estatus sanitario de ese entonces ante al Organización para la Sanidad Ainmal (OIE) por la importación de una cantidad menor de harina de plumas de gallina de origen canadiense. Ello significó un enorme esfuerzo material, humano y en tiempo para conseguir nuestra condición actual de país de riesgo insignificante, estatus de privilegio en el concierto internacional, que a toda costa debemos preservar.
Finalmente, queda por conocer cuál será la reacción de las autoridades de salud a nivel global, ante este nuevo episodio de un quiebre de sanidad animal que, potencialmente conlleva riesgos para la salud de las personas, el que ocurre en el corazón de mundo desarrollado y en circunstancias en que se han hecho los mayores esfuerzos para que no se produzca. Ello nos recuerda que los peligros están permanentemente presentes en un equilibrio dinámico entre agente huésped y ambiente y nos reafirma conceptos tales como que la inocuidad debe de ser un valor absoluto y que el riesgo cero en estas materias no existe. Por ello, la emergencia de casos como este puede significar un replanteamiento respecto del nivel adecuado de protección dado, según la aceptación de riesgo que cada comunidad, estado o mercado defina, y, de ocurrir aquello, sin duda existirán repercusiones económicas y comerciales a nivel global y local que habrá que seguir con atención.