MICHEL LEPORATI NÉRON
Director de CERES BCA
La detección de mezclas fraudulentas de carnes en la UE, que en enero último se inició como un aparente error puntual en la elaboración de hamburguesas según lo señalado por la autoridad irlandesa de seguridad alimentaria (FSAI); en cuestión de un mes se ha transformado en una alerta continental, de repercusiones políticas, económicas y sociales que recuerdan mucho lo ocurrido hace un par de décadas a propósito de los episodios de vaca loca, y que, amenaza con convertirse en una nueva crisis alimentaria con repercusiones a nivel global.
La ocurrencia de este tipo de hechos dice relación entre otros, con la cada vez más compleja matriz de insumos de diversos orígenes que se utilizan en la elaboración de alimentos, la enmarañada trama de los circuitos de transformación y distribución por los que transitan estas materias primas, así como el elevado número de proveedores, distribuidores y revendedores que se ven involucrados en estas operaciones. Todo ello multiplica exponencialmente los peligros de todo tipo, en la elaboración de platos preparados. Con el agravante, en este caso en particular, en que evidentemente no se trata de un accidente, -como podría ser un evento de contaminación o la aparición de una enfermedad exótica-, sino que corresponde a una acción maliciosa, deliberada, que involucra a muchos actores, y que hasta ahora no se sabe bien ni quiénes, ni cuántos son efectivamente.-
Aun cuando la Comisión Europea, que en un inicio evitó referirse al tema como una crisis, ya ha publicado una normativa (DOUE, 21/02/2013), para la detección de mezclas fraudulentas de carnes en alimentos preparados y de residuos de fenilbutazona en carne de equinos para consumo humano. Esta situación ha puesto de manifiesto toda la vulnerabilidad institucional del sistema de gestión de la seguridad sanitaria de los alimentos de la UE. Vulnerabilidad no solo en la capacidad de prevención y control, sino en la rastreabilidad del origen del problema. Ya en el caso de contaminación biológica de pepinillos detectados en Alemania, se tuvo un primer indició de ello cuando se señaló en un inicio erróneamente a España como el origen de la contaminación. Hoy, al parecer, y al tenor de las declaraciones de las autoridades políticas y técnicas de distintos países europeos involucrados (Irlanda, Francia, España, Rumania, entre otros) la situación se repite, esta vez en un evento de dimensiones mucho más amplias y profundas, y que más un riesgo sanitario inminente como fue el caso de la EEB y de los mismos pepinillos, es la defraudación de la fe pública, por parte de un número indeterminado de individuos y/o empresas, lo que hace temblar los cimientos de la institucionalidad.
Frente a la contundencia de los hechos y sus inciertas repercusiones sería pecar de demasiada ingenuidad pensar que este es un problema del que estamos exentos. Muy por el contrario, no sería temerario afirmar que muy probablemente situaciones parecidas estén ocurriendo ahora mismo en nuestro país. En razón de ello debiéramos tomar de esta crisis los aprendizajes y lecciones del caso y transformarlos en una oportunidad de mejorar prácticas, públicas y privadas, en beneficio del propio desarrollo la industria y de la protección de los consumidores. Para ello cabe preguntarse ¿Cuál es el estado del arte en nuestro país en esta materia?, ¿Cuál es el nivel de control que realiza la autoridad para evitar situaciones de fraude en las mezclas de carnes para la elaboración de alimentos preparados?, ¿Cuál es nuestra capacidad de prevención y control, nuestra capacidad diagnóstica, nuestro nivel tecnológico, nuestra experticia para detectar este tipo de problemas?, ¿Tenemos suficiente información a nivel público y privado de los niveles de riesgo respectos de las matrices de insumos y materias oprimas que las industrias están utilizando en la confección de alimentos?, ¿Cuál es el nivel de autocontrol de la industria para evitar ser víctimas de fraude? ¿Cómo afectará este suceso nuestras relaciones de comercio de alimentos? ¿Cuán preparados o como nos estamos preparando para hacer frente a las ciertamente nuevas y mayores exigencia que se implementarán a nivel global en materia de control y prevención de este tipo de situaciones?
Finalmente, este episodio, vuelve hacernos reflexionar respecto de la urgencia que tenemos de ponernos al día en materia de institucionalidad para la gestión moderna de la seguridad sanitaria de los alimentos, haciéndose cada día más insostenible la dicotomía exportación/consumo interno referida a estos temas que aun subsisten muy marcadamente en nuestra realidad.